En estos tiempos tan saturados de información que nos avasalla, necesitamos más que nunca un pensamiento humanista profundo, renovar nuestra manera de entender las ciencias y las artes, y volver a conectar unas artes con otras. No es de recibo que tantas programaciones de auditorios, festivales y orquestas prescindan de la posibilidad de una organización estilística racional y estimulante de las obras que ofrecen que sobrepasen la desidia de colocar unas obras junto a otras sin más elemento común que su posible versión y calidad en la versión interpretativa. De igual manera que cualquier exposición artística tiene un comisario que piensa y propone un itinerario tanto estilístico como biográfico, y que abarca hasta la iluminación y las cartelas, o el color de las paredes en las que cuelgan los cuadros, necesitamos con urgencia verdaderos comisarios musicales que sugieran nuevos caminos para ofrecer una experiencia tan única como un concierto en directo.
El Museo del Prado cuenta con una oportunidad única para ampliar su radio de influencia gracias a su programación paralela más allá de la visita a las exposiciones, y un excelente ejemplo de esto es el concierto organizado en paralelo a la del pintor italiano barroco Guido Reni con el título Concierto angélico para Guido Reni con la colaboración de Nereydas y su inquieto y bien preparado director Ulises Illán.
La exposición sobre Guido Reni, perfectamente organizada por David García Cueto, se expande con este concierto donde no había butaca libre y hubo más de 10 minutos de aplausos. En él se han seleccionado una serie de cuadros de Reni a los que se han superpuesto las música que dialogan con ellos y que, las más veces, derivan de ellos; doce piezas musicales y un epílogo muy bien traídas todas ellas: del Ecce Homo surge una lamentación de Cavalieri, de Muchacha con una rosa, Pulchra es et decora del libro Vezzo di perle musicale (1610) del boloñés, como Reni, Adriano Banchieri, y del famoso y majestuoso Atalante e Hipómenes, una Toccata a 8 “Atalanta” del también boloñés Aurelio Bonelli. El trabajo de detalle y trenzado de pintura y música provoca en el espectador-oyente un asombro y goce continuos.