Sin pasado no hay futuro. La catedral primada de Toledo es un compendio de la historia de España a la vista de todos, un cofre que custodia obras de arte de la más alta calidad. En estos días se cumplen precisamente 370 años del ochavo, donde se guardan algunas de las reliquias más preciadas de la cristiandad. También son reliquias, culturales, los miles de partituras que atesora el Archivo de la catedral y que ahora se listan y se describen en el Catálogo de Música del fondo moderno (1600 a 1930), al que tantos años de meticuloso trabajo ha dedicado el musicólogo Carlos Martínez Gil, haciendo accesible a todo el mundo la secular riqueza musical del archivo catedralicio toledano.
Sin embargo, la extraordinaria belleza patrimonial no siempre está al alcance de nuestros ojos. La música se vislumbra, duerme en las partituras, y solo cobra vida cuando suena. Hay que investigarla, saber elegirla, espigar la que tiene valor e interpretarla. Se necesita un proceso cuidadoso y lento que comienza con una fase científica de estudio y edición y culmina en su fase pública de concierto y tras una minuciosa preparación artística. Esa restauración sonora, ese acompañamiento en todo el proceso de volver a la vida los sonidos del pasado, es lo que realizamos con Nereydas habitualmente. Nos produce una enorme satisfacción y vivimos con responsabilidad, pasión y entrega cada fase de ese largo y fascinante proceso.
Estas emociones son las que pudimos compartir con todos las personas que nos acompañaron a la orquesta Nereydas y a la soprano María Espada en el concierto «Tesoros musicales de la catedral de Toledo: Antonio Gutiérrez y la huella de Franz Joseph Haydn». Fue un acto artístico excelente pero efímero y finito: tomamos un fragmento del pasado y lo hicimos resonar por las naves de la catedral del presente. La música, doscientos años dormida y olvidada en las partituras, era espléndida; la interpretación también ha sido reconocida como de alto nivel. La satisfacción personal, la del equipo de profesionales de la música, verdaderos artistas, y la del público, que aplaudió largamente en pie, fue evidente. Pasado y presente unidos. Fidelidad histórica al sonido recuperado y fidelidad a nuestro tiempo. Y es que este concierto, en realidad, ha supuesto un verdadero acto de justicia artística que ha despertado a muchos a la incomparable belleza sonora que atesora la catedral, y nos ha hecho aún más conscientes si cabe, de que aún nos quedan abundante música por disfrutar, innumerables historias por conocer y mucha identidad por recuperar. La catedral es portadora de un legado sin igual, excelso, valioso y cargado de futuro. Y ahora sabemos y constatamos que estamos forjando el músculo necesario para acometer proyectos de recuperación a medio plazo y ejecutarlos con éxito.